Os voy a contar un cuento VI: La hoguera
(Este es el último
capítulo del cuento de la Niña de los Cuervos, que he estado contando estos
días. Si quieres saber por qué, lo explico aquí. La historia empieza en este).
Acusaron a
Guiomar de bruja. Es curioso cuántas pruebas hacen falta para demostrar una
verdad inoportuna y lo rápido que se extiende una mentira atractiva. Esta
mentira ganaba concursos de belleza: Guiomar era una extraña que había
aparecido en el bosque, se rodeaba de cuervos negros, no hablaba con nadie más,
el rey había enfermado estando allí ella, y ahora su hijo, el heredero al
trono, se convertía en madera. Estaba clarísimo que era una bruja que pretendía
quedarse con el reino. La reina escribió a su hijastro pidiendo que confirmase
la sentencia de que muriese en la hoguera.
Entretanto, la
princesa, encerrada en la torre (como la mayor parte de las princesas en un
momento u otro de sus vidas) se desesperaba por no poder defenderse, pero los
tres años sin hablar estaban a punto de cumplirse y la última camisa estaba
casi terminada.
En el reino
vecino, el príncipe se negó a creer las acusaciones contra su esposa, y ordenó
que fuese bien tratada y que siguieran buscando a su hijo, pues él regresaría
cuanto antes. Sin embargo, la segunda bruja interceptó el mensaje y lo cambió
por otro más conveniente para ella y su hermana. Luego continuó reteniendo allí
al príncipe para que no interfiriera.
La princesa
fue condenada a muerte, y pasó la última noche cosiendo para acabar la tercera
camisa. Sin embargo, al amanecer, cuando los soldados vinieron para llevársela a
la hoguera, aún faltaba una manga por bordar. Guiomar se fue con ellos,
tenazmente silenciosa.
Los cuervos,
por su parte, apenas llegó la condena a su hermana partieron hacia el reino
vecino, que era el suyo propio, a buscar al príncipe. Cuando éste los vio
llegar, comprendió que Guiomar estaba en peligro y regresó al galope, escoltado
por los pájaros. Llegaron justo en el momento en que se iba a encender la
hoguera. Y en ese preciso instante se cumplieron los tres años de silencio y,
en un remolino de plumas negras, los tres príncipes recuperaron su apariencia.
Así que todo acabó bien: acusaron a la bruja correcta, recuperaron al niño y
luego, con los soldados del príncipe, detuvieron a la madrastra y contaron a su
padre lo que había ocurrido. Y Guiomar pasó el año siguiente cantando sin
parar.
Aunque, como
la tercera camisa no llegó a terminarse, el hermano más pequeño conservó para
siempre un ala negra en lugar de su brazo.
(Ilustraciones de Esperanza Peinado: a
color son los originales de la serie, en grafito he añadido algunos
bocetos y dibujos sueltos)
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