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Asombrada por vivir sólo una historia, decidí probarlas todas, una a una. También escribo y dibujo.

jueves, 21 de febrero de 2013

Os voy a contar un cuento VI: La hoguera


(Este es el último capítulo del cuento de la Niña de los Cuervos, que he estado contando estos días. Si quieres saber por qué, lo explico aquí. La historia empieza en este).

Acusaron a Guiomar de bruja. Es curioso cuántas pruebas hacen falta para demostrar una verdad inoportuna y lo rápido que se extiende una mentira atractiva. Esta mentira ganaba concursos de belleza: Guiomar era una extraña que había aparecido en el bosque, se rodeaba de cuervos negros, no hablaba con nadie más, el rey había enfermado estando allí ella, y ahora su hijo, el heredero al trono, se convertía en madera. Estaba clarísimo que era una bruja que pretendía quedarse con el reino. La reina escribió a su hijastro pidiendo que confirmase la sentencia de que muriese en la hoguera.

Entretanto, la princesa, encerrada en la torre (como la mayor parte de las princesas en un momento u otro de sus vidas) se desesperaba por no poder defenderse, pero los tres años sin hablar estaban a punto de cumplirse y la última camisa estaba casi terminada.

En el reino vecino, el príncipe se negó a creer las acusaciones contra su esposa, y ordenó que fuese bien tratada y que siguieran buscando a su hijo, pues él regresaría cuanto antes. Sin embargo, la segunda bruja interceptó el mensaje y lo cambió por otro más conveniente para ella y su hermana. Luego continuó reteniendo allí al príncipe para que no interfiriera.


La princesa fue condenada a muerte, y pasó la última noche cosiendo para acabar la tercera camisa. Sin embargo, al amanecer, cuando los soldados vinieron para llevársela a la hoguera, aún faltaba una manga por bordar. Guiomar se fue con ellos, tenazmente silenciosa.

Los cuervos, por su parte, apenas llegó la condena a su hermana partieron hacia el reino vecino, que era el suyo propio, a buscar al príncipe. Cuando éste los vio llegar, comprendió que Guiomar estaba en peligro y regresó al galope, escoltado por los pájaros. Llegaron justo en el momento en que se iba a encender la hoguera. Y en ese preciso instante se cumplieron los tres años de silencio y, en un remolino de plumas negras, los tres príncipes recuperaron su apariencia. Así que todo acabó bien: acusaron a la bruja correcta, recuperaron al niño y luego, con los soldados del príncipe, detuvieron a la madrastra y contaron a su padre lo que había ocurrido. Y Guiomar pasó el año siguiente cantando sin parar.


Aunque, como la tercera camisa no llegó a terminarse, el hermano más pequeño conservó para siempre un ala negra en lugar de su brazo.

(Ilustraciones de Esperanza Peinado: a color son los originales de la serie,  en grafito he añadido algunos bocetos y dibujos sueltos)

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